
Por la noche, el dulce aroma de los jazmines que pueblan el recinto del hotel resulta embriagador. En el vestíbulo hay una cama con cabecera y pies macizos, cubierta de cientos de cojines en los que arrellanarse. El armario del cuarto de baño está surtido de champús de romero que desprenden un aroma balsámico muy terapéutico, aunque la hamaca del porche también es idónea para relajarse. En cuanto a la playa, hay zonas que, curiosamente, están teñidas de rosa.
Si aquí ha conseguido relajarse uno de los miembros de los Rolling Stones, usted probablemente también logre hacerlo. La habitación más selecta es la Bimini Villa, con su jacuzzi y su patio de madera de teca privados. Pero lo mejor del hotel es su iluminación, a base de velas y lámparas color crema asalmonado: una luz tenue que hace que siempre estemos fantásticos. Si esto no le relaja, nada lo hará.
Políticas del hotel: Pink Sands es un hotel pequeño y extremadamente refinado: las sábanas son de Frette, en el minibar hay galletitas de macadamia, las habitaciones están decoradas con hibiscos y batik, y los huéspedes no suelen acostarse muy tarde. En muchos sentidos, encaja perfectamente en la isla de Harbour, una localidad que, desde el punto de vista estético, se conserva, en gran medida, tal y como los colonos leales a la corona británica la dejaron en el siglo dieciocho, con sus casas con colores pastel y vallas blancas. No hay automóviles; la gente se mueve por la isla en coches de golf.
Si el ambiente le parece demasiado aletargado, no se pierda las actuaciones que se ofrecen en directo algunas tardes, como las del Dr. Seabreeze, un nonagenario que lleva tocando canciones tradicionales de las Bahamas todos los martes desde tiempo inmemorial. Por la noche se puede pasar un buen rato en la casa principal: Alki, el barman, prepara unos cócteles fantásticos y podría pasarse horas entreteniéndole con sus historias. Si bien es cierto que quizá no sea un lugar idóneo para personas inquietas, la tranquilidad y la cortesía reinantes son la razón por la que algunos huéspedes que se quedan un mes entero. Por cierto que entre éstos últimos se cuentan todo tipo de celebridades, como Annie Leibovitz, Keith Richards o Martha Stewart: no cabe duda de que los amantes de la paz y la tranquilidad son personajes de lo más variopintos.
Por la noche, el dulce aroma de los jazmines que pueblan el recinto del hotel resulta embriagador. En el vestíbulo hay una cama con cabecera y pies macizos, cubierta de cientos de cojines en los que arrellanarse. El armario del cuarto de baño está surtido de champús de romero que desprenden un aroma balsámico muy terapéutico, aunque la hamaca del porche también es idónea para relajarse. En cuanto a la playa, hay zonas que, curiosamente, están teñidas de rosa.
Si aquí ha conseguido relajarse uno de los miembros de los Rolling Stones, usted probablemente también logre hacerlo. La habitación más selecta es la Bimini Villa, con su jacuzzi y su patio de madera de teca privados. Pero lo mejor del hotel es su iluminación, a base de velas y lámparas color crema asalmonado: una luz tenue que hace que siempre estemos fantásticos. Si esto no le relaja, nada lo hará.
Políticas del hotel:
Se exigirá una estancia mínima de tres noches.
Políticas del hotel:
Se exigirá una estancia mínima de tres noches.
Se exigirá una estancia mínima de tres noches.
Pink Sands es un hotel pequeño y extremadamente refinado: las sábanas son de Frette, en el minibar hay galletitas de macadamia, las habitaciones están decoradas con hibiscos y batik, y los huéspedes no suelen acostarse muy tarde. En muchos sentidos, encaja perfectamente en la isla de Harbour, una localidad que, desde el punto de vista estético, se conserva, en gran medida, tal y como los colonos leales a la corona británica la dejaron en el siglo dieciocho, con sus casas con colores pastel y vallas blancas. No hay automóviles; la gente se mueve por la isla en coches de golf.
Si el ambiente le parece demasiado aletargado, no se pierda las actuaciones que se ofrecen en directo algunas tardes, como las del Dr. Seabreeze, un nonagenario que lleva tocando canciones tradicionales de las Bahamas todos los martes desde tiempo inmemorial. Por la noche se puede pasar un buen rato en la casa principal: Alki, el barman, prepara unos cócteles fantásticos y podría pasarse horas entreteniéndole con sus historias. Si bien es cierto que quizá no sea un lugar idóneo para personas inquietas, la tranquilidad y la cortesía reinantes son la razón por la que algunos huéspedes que se quedan un mes entero. Por cierto que entre éstos últimos se cuentan todo tipo de celebridades, como Annie Leibovitz, Keith Richards o Martha Stewart: no cabe duda de que los amantes de la paz y la tranquilidad son personajes de lo más variopintos.
Por la noche, el dulce aroma de los jazmines que pueblan el recinto del hotel resulta embriagador. En el vestíbulo hay una cama con cabecera y pies macizos, cubierta de cientos de cojines en los que arrellanarse. El armario del cuarto de baño está surtido de champús de romero que desprenden un aroma balsámico muy terapéutico, aunque la hamaca del porche también es idónea para relajarse. En cuanto a la playa, hay zonas que, curiosamente, están teñidas de rosa.
Si aquí ha conseguido relajarse uno de los miembros de los Rolling Stones, usted probablemente también logre hacerlo. La habitación más selecta es la Bimini Villa, con su jacuzzi y su patio de madera de teca privados. Pero lo mejor del hotel es su iluminación, a base de velas y lámparas color crema asalmonado: una luz tenue que hace que siempre estemos fantásticos. Si esto no le relaja, nada lo hará.
Políticas del hotel:
Se exigirá una estancia mínima de tres noches.
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